jueves, 7 de enero de 2016

Tutoría: Carta abierta de un maestro a sus alumnos

Esta carta del profesor Roque Allegrini nos puede ayudar en nuestra búsqueda de un ambiente de grupo libre de insultos y acusaciones cruzadas, de un ambiente lleno de confianza y compañerismo... 
¿La leemos entre todos?
"Soy un profesor de 62 años. Permanentemente me replanteo el trato que debo dar a los alumnos porque entiendo que es imposible tener un solo método para comunicarnos correctamente (…) Alguna vez me sentí fracasado, salí de un aula con el alma vencida. Reaccionaba al poco rato porque me preguntaba qué estaba mal, en qué me estaba equivocando”.
Recuerdo haber tomado una decisión en mi corazón y en mi mente. Me dije: voy a amar a mis alumnos sean como sean. Siempre voy a tratar de ponerme en el lugar de ellos antes de juzgar cualquier situación. Voy a intentar soportar situaciones complicadas contando hasta diez para enfriar el momento. Esto no es fácil, pero debo  intentarlo siempre.
Al comienzo de este año les dije a los chicos que en la escuela se practica la enseñanza-aprendizaje. El docente que trabaja y recibe un salario para ello, se encarga de la enseñanza, y los alumnos son los encargados de aprender. El docente no es un alumno, ni el alumno un docente. Sin embargo es posible compartir muchas cosas y considerar que el diálogo enriquece toda experiencia educativa.
Creo en el poder de los mensajes basados en la verdad. Tal vez nos falte crear confianza entre cada uno de los participantes de la comunidad educativa, a saber: los alumnos, que son los más importantes; los padres, los docentes y las autoridades y personal no docente.
Hoy por hoy hay resistencia a todo lo que sea control o se parezca a ello; se interpreta rápidamente como que hay persecución o discriminación. Esta manera de pensar nos está llevando a la paralización de todo intento de mejorar las cosas, porque es preciso controlar para ello.
Sinceramente, creo que la verdad y el reconocimiento de los problemas siempre ayudan a la superación de éstos. La falsedad empleada por cualquier miembro de la comunidad educativa tira abajo todo esfuerzo para salvar situaciones complejas.
Hoy muchas cosas están en crisis. El país vive en continuos cambios y la economía no permite sostener nuestros hogares. La escuela está pasando transformaciones una tras otra. La familia está vapuleada por los divorcios y la ausencia de uno o los dos padres en el compromiso educativo de los hijos. Los adolescentes sufren sus propios cambios de desarrollo, que no son pocos, pero a ello se le suma la tremenda influencia del mundo actual a través de los medios tecnológicos, Internet, y también de las drogas, el sexo, etc.
¿Cómo haremos para dejar a un lado ese estado de crisis en que vive la sociedad, y parar de pelear o discutir? ¿Cómo dejaremos de echar las culpas al resto para evitar reconocer que sean nuestras? ¿Cómo hacemos para ponernos de acuerdo sin buscar éxitos personales? Son interrogantes que no resultan fáciles de contestar.
No debemos olvidar que el resultado en el tratamiento de adolescentes se verá muchos años después, cuando ese joven de hoy sea un adulto, responsable o no. 
La economía sola no arregla la situación. La violencia proveniente de ideologías no ayuda para nada. La política está ocupada en otras cosas, sin entender la prioridad que esto tiene. La relación padres-hijos está en grave crisis; los adolescentes confían entre ellos pero no confían en los adultos. A veces ya tampoco confían entre ellos. 
Sólo nos queda que los actores de las comunidades educativas, alumnos incluidos por supuesto, nos pongamos de acuerdo.
Será un proceso largo. Pero creo en los procesos hechos con el corazón, el amor y la verdad. Sin egoísmos y con pasiones compartidas podemos lograr el verdadero éxito de todo esto.
Trabajemos para ello. Vamos a tener que confiar más los unos en los otros para que lo bueno venga.

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